Como ya he
mencionado, la historia del museo de ciencias de la UNAM se debe a que desde la
década de los setenta se había construido una atmósfera adecuada para la divulgación
de la ciencia. No sólo fueron las grandes personalidades quienes concibieron la
urgencia de un museo. Las redes sociales se fueron tejiendo por todas las
personas que se involucraron en la comunicación pública de la ciencia dentro de
la Universidad. Con el trabajo de ilustradores, científicos, literatos,
diseñadores, comunicólogos, informáticos y humanistas, se fueron provocando las
condiciones para ir desarrollando por varios medios la divulgación. Con el paso
del tiempo los grupos involucrados en las revistas Física y
Naturaleza, fueron impulsando otras estrategias como la producción y
montaje de exposiciones interactivas sobre temas de ciencia; también aumentó la frecuencia de las conferencias, la
práctica de talleres y seminarios. Así que la atmósfera de actividades cada vez
se mostraba más diversa, plural e incluyente.
Sin embargo
durante este trabajo nos hemos enfocado en estudiar sólo tres proyectos que
anteceden a la construcción del museo de ciencias de la UNAM; el primero,
encabezado por Luis Estrada; el segundo, por Jorge Flores; y por último, el de
José Sarukhán. A mi parecer, cada proyecto entendía la divulgación de la
ciencia de manera diferente a los demás. Incluso varias veces los argumentos y
los métodos que utilizaban para divulgar chocaron con demasiada brusquedad.
Pero todos ellos son parte indisoluble de lo que ahora es el primer centro de
ciencias[1]
de la UNAM.
© Israel Chávez Reséndiz. Todos los derechos reservados ©
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