El martes 11 de Junio de 2013 el
Instituto de Investigaciones Bibliográficas organizó la conferencia: Académico digital, acceso abierto, licencias
abiertas y derechos de autor. Impartida por el Dr Ernesto Priego,
catedrático de la City University, en Londres.
La conferencia inició con 5
preguntas elementales:
Los académicos ¿Por qué escribimos? ¿Para qué escribimos? ¿Para quién? ¿Realmente nos leen? ¿Cuantos?
El Dr Priego hizo un breve repaso de la actividad académica; se escribe para difundir conocimiento, debatirlo, construirlo. Se idealiza un lector especializado que forma parte de una comunidad activa; pero muchas de las veces los académicos comenten ese error, idealizar, pues no tienen la seguridad de que los textos que se escriben sean leídos, consultados y en el mejor de los casos, debatidos. En la mayoría de los casos las publicaciones académicas impresas sólo sirven para hacer currículum, obtener puntos del SNI o empolvarse en las bodegas.El autor debe convertirse en digital; desarrollar habilidades técnicas y aprovechar el potencial que ofrece internet para distribuir su obra; el autor digital debe publicar en Open Access; comentar abiertamente sus ideas; construir redes sociales, generar comunidades de lectores (no solo de colegas); depositar su obra en repositorios para que los contenidos sean preservados, ser visible en la red.
Uno de los factores clave para la visibilidad es el denominado Open Access (Acceso Abierto); significa que los usuarios puedan leer, descargar, copiar, distribuir, imprimir y compartir la literatura científica sin restricción, ya sean financieras (suscripción) legales (licencias abiertas) o técnicas, siempre y cuando se cite la fuente de origen y no se lucre con la información.
La premisa fundamental del Open Access en las Universidades, y con especial énfasis, en las Universidades públicas es que la investigación hecha con recursos públicos debe ser pública.
La tendencia del OA no se limita a públicos académicos de países desarrollados; en Latinoamérica existen varias Universidades, Centros de Estudios y grupos de científicos que promueven la práctica del OA. Sin embargo hay una fuerte discusión entre los grupos más conservadores que promueven la restricción de los contenidos académicos, argumentando que la información es producto del talento y trabajo personal. Hecho que no es del todo cierto, pues las investigaciones son producto de la infraestructura que se llama Universidad, que paga los sueldos, provee de materiales, laboratorios, recursos financieros y humanos. Por ello, el grupo que promueve el OA sostiene que cada país tiene legislaciones que garantizan la autoría de los derechos de autor; en el caso de México, los derechos de autor se dividen principalmente en 2 categorías: los derechos morales, que son los derechos inherentes a la autor. Y los derechos patrimoniales, que regulan la actividad para comercializar, distribuir, reproducir.[1] Es decir, en la UNAM, los derechos morales de una obra corresponder al autor o coautores; pero los derechos patrimoniales corresponden a la UNAM, que se encargará de usarlos según le convenga.
Otro de los mitos sobre el OA refiere que la calidad de los contenidos académicos baja pues se fomenta la publicación y se evita el arbitraje académico; el argumento se contradice pues en varios estudios bibliométricos se confirma que el OA incrementa la visibilidad, distribución y discusión del texto, con ello, la calidad del trabajo y la reputación del autor es cuestionada mayor número de veces y el contenido, en caso de ser relevante, gana más terreno y respeto entre las comunidades de especialistas.
El Dr Ernesto Priego menciona que
el OA ha impactado a las empresas y corporativos editoriales pues inicialmente
las suscripciones a las universidades eran el mecanismo para vender los contenidos
académicos. Los autores recibían un pago por regalías; pero la distribución era
limitada pues los académicos o
estudiantes de doctorado consideran inaccesible pagar hasta 100USD por un
artículo de 10 o 12 páginas que no saben si una vez pagado sea útil o no. Ahora
el esquema de ventas y distribución ha cambiado; los autores pagan por el uso
de plataformas que distribuyen de forma gratuita los papers que producen. Ésta
práctica ha sido fuertemente cuestionada como actividad predatoria, desleal.
Por ello el OA es una alternativa viable, honesta y responsable. Por esta razón el Dr Priego, desde su área de
trabajo sugiere:
Humanidades 1.0 – Publica o perece
Humanidades 2.0 – Publica,
promueve el Open Access o perece
Humanidades 3.0 – Promueve y publica
en Open Access o perece
Los académicos deben perder el miedo al OA; es deseable que eviten celar tanto su trabajo, deben pensar en una mejor distribución de contenidos. Hacer publicaciones digitales, nativas digitales, pensadas interactivas, con hipervínculos, hechas para leerse y distribuirse en línea.Deben conocer que hay muchas herramientas legales para garantizar la autoría y derechos de autor, existen las licencias CreativeCommons. De cualquier forma, internet se abre paso sólo, las personas que buscan, encuentran. No por el hecho de restringir la información y blindarla, se exterminará el plagio. Es mejor compartir que restringir. Promover una cultura de respeto.
La conferencia terminó con un mensaje que abrirá otro debate: El acceso abierto no es gratis, es la cúspide de la inversión académica. Está demostrado en varios estudios bibliométricos que el acceso abierto aumenta la distribución y citación de los contenidos. Eso se llama libertad de cátedra, difusión de la cultura y conocimiento científico.
* Israel Chávez Reséndiz
Junio 2013
[1] La
UNAM administra el sitio http://www.edicion.unam.mx
para orientar a los autores y editores respecto a los derechos de autor.
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