jueves, 10 de enero de 2013

Era post-smartphone y tendencias tecnológicas en 2013


"Los smartphones son la ventana a la vida digital"

"Después de la televisión, los consumidores de tecnología cada vez consumen más contenidos a través de dispositivos móviles como las tabletas."

Las Vegas.- Teléfonos inteligente que midan la presión sanguínea a las personas, que funcionen como control remoto para los televisores, que permitan emprender programas de control de peso e incluso controlar vehículos remotamente ya son una realidad.

Estas posibilidades revelan una tendencia que se fortalecerá este año: los smartphones dejan de ser un equipo de comunicación para convertirse en el centro de la vida y controlador de otros dispositivos y la vida cotidiana de las personas, donde las llamadas de voz, la mensajería e incluso la interacción en redes sociales quedarán rebasadas por los usos hasta ahora alternos.

Con esta visión, la Asociación de Electrónica de Consumo (CEA) dio inicio a las actividades previas a la Feria Internacional de Electrónica de Consumo (CES, por su sigla en inglés) y a un año al que vaticina como el inicio de “la era post-smartphone”.

“Los dispositivos móviles están evolucionando de ser dispositivos de comunicación para convertirse en centros de control de múltiples equipos alrededor”, aseguró Shawn DuBravac, economista en jefe y director de Investigación de la CEA durante una exposición con la prensa.
De acuerdo con la asociación, que agrupa a las empresas de electrónica más importantes del mundo, el 65% del tiempo que se gasta en un dispositivo móvil es en actividades que no son de comunicación. Esto ha propiciado que incluso las compañías proveedoras de telecomunicaciones móviles desarrollen planes de comunicación exclusivamente para el consumo de datos.
Cifras de la misma asociación organizadora de la CES proyecta que al menos el 52% de los estadounidenses ya cuentan con al menos uno de estos dispositivos. Para México, la CEA no cuenta con datos precisos, aunque firmas como TNS Research daban una penetración superior al 23% respecto al total de líneas móviles en el país.

“Los smartphones son la ventana a la vida digital”, agregó DuBravac.
Datos, la nueva moneda de cambio

Junto con el crecimiento de los teléfonos inteligentes como ejes centrales en la vida cotidiana, la explosión de la información en la red, los datos (big data) serán la moneda de cambio para el desarrollo de algoritmos.

Gracias al análisis de datos, podrán desarrollarse nuevos modelos de negocio basados en la información de los usuarios.

Servicios de geolocalización como Foursquare o sistemas GPS tendrán que redituar el acceso a los datos de las personas sobre sus hábitos de consumo, costumbres y forma de vida, asegura el experto de la CEA. Pero esto conllevará a fortalecer las políticas de privacidad de datos, mismas que tendrán que evolucionar a la par que lo hacen las nuevas formas de hacer negocio con la tecnología, agregó.

El uso de la información además permitirá desarrollar nuevas formas de hacer medicina con la analítica de datos, e incluso el desarrollo de automóviles que se manejan solos como el que Google presentó el año pasado, o Toyota presentará en esta semana bajo la marca Lexus.
Y con el uso de los algoritmos, las tecnologías de reconocimiento de voz, gestos y movimientos tengan un mayor auge y perfeccionamiento.

La fórmula para el próximo año será entonces el crecimiento de los dispositivos conectados, más la capacidad “sensorial” de la tecnología y la curaduría de los contendios en la red.

Pero existen algunas desventajas. DuBravac vaticina que esto traerá una mayor segmentación en áreas como la publicidad, por lo que existe el riesgo de que, por ejemplo, un niño que consuma medios como la televisión a ciertas horas donde habitualmente no lo haga, sea expuesto a contenidos altamente inapropiados para su edad.

Después de la televisión, los consumidores de tecnología cada vez consumen más contenidos a través de dispositivos móviles como las tabletas. Según la CEA, los estadounidenses pasan alrededor de 170 minutos a la semana en televisión, contra 130 minutos en tabletas, lo que representa un crecimiento exponencial respecto a los cálculos del año pasado, aseguró DuBravac. A esta tendencia se le llama “la segunda pantalla”.

El futuro de la computación estará plagado de dispositivos inteligentes. Desde relojes, enseres domésticos o vehículos conectados a la red y controlados desde la palma de la mano. Pantallas flexibles y transparentes (“ventanas conectadas en casa”, le llama el economista en jefe de la CEA), con mayor definición y menor consumo de energía pintan a ser el futuro de los dispositivos electrónicos.

“Primero vimos cómo la vida analógica se transformaba a digital. Ahora vemos como desde lo digital puede volver al mundo análogo”, concluyó el experto.



lunes, 7 de enero de 2013

Twitter o Facebook / La del pájaro azul encaja con narcisistas; la del muro, con exhibicionistas

Para aquellos que se sienten enajenados, solos, raritos por su distancia del cada día más omnívoro mundo virtual y están contemplando empezar el año nuevo apuntándose a Facebook o a Twitter, o incluso para los que están pensando abandonar lo que para muchos se ha vuelto una especie de adicción, una guía.
» ¿Facebook (mil millones registrados en todo el mundo) o Twitter (500 millones)? Depende de si uno tiende más al exhibicionismo o al narcisismo. Facebook, la mejor opción para los exhibicionistas, ofrece, con su muro —el nombre del espacio donde se deposita la información—, un espléndido escaparate para aquellos que sienten necesidad de compartir con el mundo los detalles íntimos de sus vidas, desde el primer beso con la nueva novia (clic, la foto; clic, enviado a los amigos de Facebook), al aquí estoy yo con mi nuevo vestido/bikini/zapatillas Nike, al delicioso café y cruasán del desayuno, al intento autoanalítico de cómo me siento tras el disgusto con mamá.
Twitter, por el contrario, se acomoda más al narcisista, a aquel que tiene que demostrar al máximo número de gente posible (el gran indicador de esta red es el número de followers o seguidores, personas que voluntariamente buscan el perfil de uno y se apuntan para recibir lo que el elegido quiera decir) lo listo o gracioso o ingenioso que es, o lo informado que está sobre los acontecimientos mundiales. Twitter, que solo admite 140 caracteres por entrada, es más cerebral; Facebook, donde se publican 750 millones de fotos cada fin de semana, más corporal.
Si, como ha dicho Santiago Segurola, Twitter es “un bar de borrachos”, Facebook es un burdel. O, quizá, para ser un poco más justos, Twitter es un bar cualquiera en el que algunos se emborrachan y se dicen de todo y Facebook es un club de copas en el que existe la opción de ligar.
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Sin duda, si el propósito es navegar por las redes sociales para conocer gente con fines románticos y/o sexuales, Facebook es la opción para ti —descontando las específicas con este fin, claro—. Twitter, en cambio, es más útil para aquellos a los que les da lo mismo generar admiradores o enemigos, con tal de que se cumpla el requisito primario de que se les preste atención. Twitter es más irónico, esconde más; Facebook es más emocional y más revelador.
» ¿Es bueno esto para la salud mental? Buena pregunta, ya que se han hecho montones de estudios sobre el tema. Tras un repaso por la web parece existir un sesudo consenso. Del mismo modo que la avalancha de información en Internet logra que la gente sepa menos sobre más cosas, que posea muchos datos pero profundice poco en ellos, los contactos personales a través de las redes sociales ofrecen más cantidad que calidad.
Un amigo, pillado hace poco jugueteando con su smartphone mientras esperaba a alguien en un restaurante, sonrió y dijo: “Lo maravilloso de estos aparatitos es que nunca más tienes que sentirte solo”. Pues según los estudiosos en el tema, es al revés. En Estados Unidos, donde no hay faceta de la vida humana que no se someta a las estadísticas, todo indica que Twitter y Facebook han hecho que sus usuarios sientan más soledad que nunca.
Mucho ruido y pocas nueces o, como dirían los académicos norteamericanos, “the Internet paradox”, la paradoja de Internet. La contradicción consiste, dicen, en que cuanto más conectados estamos, más solitarios nos sentimos.
Las conexiones personales en el mundo digital son más superficiales
Un artículo en la revista Atlantic el año pasado lo resumió así: “Nuestras omnipresentes nuevas tecnologías nos llevan a hacer conexiones más y más superficiales”. O sea, el diálogo es constante y extraordinariamente extenso, atravesando fronteras y continentes enteros, pero la calidad de la comunicación es limitada. Al no poder ver al otro, al no mirarle los ojos y detectar sus momentos de duda o rabia o vulnerabilidad, uno es incapaz de forjar una conexión humanamente completa, de construir un enlace empático. Uno pretende mostrar su mejor cara o su agilidad mental pero no deja de proyectar una visión idealizada de uno mismo, sin dejar entrever los puntos débiles que uno tiene, como ocurre cuando uno está con alguien en persona.
En el mundo físico y táctil, uno, tarde o temprano, se delata, por más que pretenda vender una imagen de potente autosuficiencia. Es a través de estos matices, de estas rendijas de la de personalidad como se forjan relaciones de auténtica amistad y eso es precisamente los que Facebook y Twitter tienden a ocultar. Con lo cual las relaciones en las redes sociales llenan los ojos y ocupan las mentes, pero vacían el corazón. Este, al menos, es el argumento de los que dicen que esto no es bueno para la salud mental.
» ¿Los que utilizamos Facebook y/o Twitter somos patéticos? Si la respuesta es afirmativa, patéticos somos muchos. La cuestión es si utilizar estos mecanismos de comunicación acentúa nuestra soledad o si lo que hacen es atraer a personas a las que les cuesta relacionarse con los demás. Según un estudio que se hizo en Australia hace un par de años y que tuvo mucha repercusión, sí existe una correlación entre las horas que la gente dedica a Facebook y el grado de soledad que sienten, o que sentían antes de que Facebook apareciera en sus vidas.
Bien, pero esto no significa que todos o la mayoría de personas que navegan por las redes sociales sean unos tristes ineptos en el cara a cara. Seguramente se podrá decir que cuantas más horas uno pase frente a la pantalla del ordenador o de la tableta o del móvil mayor posibilidad hay de que sufra un trastorno depresivo o antisocial. Pero, ¿es más patético estar cotorreando por Facebook o Twitter que estar en casa solo viendo la televisión o en el autobús o en el tren mirando por la ventana?
Reino Unido persigue a los propagadores de bulos en la Red
La dimensión nueva que aportan las redes sociales es poder ver la telenovela o el partido y al mismo tiempo compartir por el telefonito comentarios, críticas, gracias sobre lo que estás viendo. Siempre y cuando uno tenga también una vida fuera del terreno informático las redes sociales ofrecen la posibilidad de hacer algo mucho menos complicado o ambicioso que forjar relaciones nuevas o sondear en las profundidades de nuestro ser: nos permite pasar un rato divertido. Y eso, dentro de las opciones que nuestra breve estancia en la tierra ofrece, no es nada desdeñable.
» ¿Es peligroso todo esto? Para los niños, especialmente, Facebook, sí. Para evitar el riesgo de caer en manos de degenerados es altamente recomendable que los padres tengan acceso a las cuentas de sus hijos pequeños y que las vigilen continuamente. Para los mayores, Twitter podría llegar a representar otro tipo de amenaza. Concretamente, crear complicados problemas legales en el caso de que más países decidan seguir el ejemplo del Reino Unido. Allá se considera que los tuiteros están sujetos a las mismas leyes de difamación que los periódicos. Se dio el caso en noviembre de un señor que fue acusado en Twitter de ser un pederasta. La acusación fue falsa y ahora no solo la persona que publicó el tuit original sino que todos los que le retuitearon —más de mil personas— viven bajo la amenaza, hecha por el señor implicado, de que les va a demandar. Ya hubo un caso anterior en Londres de alguien que tuvo que pagar 90.000 libras, o 110.000 euros, por haber hecho una acusación falsa en Twitter.
Los británicos parece que se han pasado. Una cosa es lo que se escribe en un periódico —ponderado por el escritor (aunque a veces no lo parezca) y revisado, se supone, por editores— y otra es lo que uno lanza a la webesfera en un momento de irresponsabilidad o juerga desaforada desde el teléfono móvil.
Uno que trabaja en este negocio quiere pensar que existe una diferencia radical entre un bar de borrachos y un periódico; que cuando uno es periodista es periodista y cuando uno es tuitero es tuitero. Por otro lado, que se extiendan las leyes de difamación británicas a todo el mundo podría tener sus compensaciones para la sufrida profesión periodística. Podría suponer una nueva fuente de ingresos. Por ejemplo, en el caso de que algunos de los que trabajamos en este diario demandásemos a aquellos que cuestionan nuestra reputación insistiendo, hasta el aburrimiento, que si no compartimos su noción de que José Mourinho combina las virtudes de El Cid, Nelson Mandela y la Madre Teresa de Calcuta tiene que ser porque a cambio recibimos una paga extra de nuestra empresa, o que se reduce nuestra posibilidad de ser despedidos. Tiene su encanto la idea.
Las falsas identidades y los bulos son los peligros de la redes
Pero mejor no. Mejor que olvidemos el mojigato ejemplo británico e insistamos en que lo que se diga dentro del bar quede dentro del bar, lejos del alcance de las leyes humanas y divinas.
» Finalmente, ¿yo con quién voy? ¿Twitter o Facebook? He probado las dos cosas y decididamente me decanto por Twitter. A muchos periodistas les gusta decir que se han metido en esta profesión para cambiar el mundo, para defender los derechos humanos, incluso — ¡por el amor de Dios!— para contar la verdad. Bien. Algo de eso —bastante de eso— hay, sin duda. Pero negar que, como todos los escritores, no lo hacemos también por vanidad, para ser admirados, recibir aplausos y llegar a muchos lectores es caer en la mentira o en el autoengaño. Twitter canaliza y alimenta el narcisismo y no es ninguna casualidad que muchísimos periodistas seamos tuiteros.
¿Facebook? No, gracias. Uno ya hace más que suficientemente el ridículo en la vida real.

Visto en: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/01/05/actualidad/1357404568_153188.html